Hipódromo (1919)
Las crónicas dicen que en España las primeras carreras tuvieron lugar en la Alameda de Osuna en 1835. Sus propietarios, los duques de Osuna, tenían una inmensa finca y una gran yeguada. Se puede decir que el Duque de Osuna fue el padre del turf español. Diez años más tarde, se dieron (1845) en el nuevo hipódromo de la Casa de Campo.
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Doré |
Por entonces, se puso en marcha un circuito importante en el mundo de las carreras, con las capitales de Sevilla, Granada, Barcelona, Santander, San Sebastián y Madrid.
En ese momento, Aranjuez no formaba parte de esa élite.



El Ayuntamiento de Aranjuez, en noviembre
de 1916, acordó comprar con suscripción pública un trofeo que se
llamará Copa del Vecindario de Aranjuez y, además el
regalo de un reloj de bolsillo, como premio para las próximas carreras de
caballos.
La primera Copa del Vecindario de Aranjuez
fue ganada por el caballo Le Bon Beige, de la cuadra
del Duque de Toledo, nombre adoptado por Alfonso XIII para competir, pues
contra el monarca, casi nadie quería hacerlo, y mucho menos
derrotarlo. De modo que, la cuadra del Duque de Toledo llegó a
cosechar numerosos trofeos y galardones.
Conviene recordar que la cuadra del Duque de Toledo era propiedad de S.A.R la Infanta Dña. Isabel “La Chata” (tía del rey Alfonso XIII). Era una de las más importantes del momento.
Según el diario ABC: "(…) No habrá en parte alguna del mundo otro Hipódromo mejor trazado, ni que reúna condiciones mejores para celebrar carreras. Tiene una recta de unos 800 m, siendo el recorrido total de unos 2.000.
Las curvas, anchas y espaciosas, están perfectamente trazadas, todo es perfecto, y
miles de entusiastas felicitaciones ha de prodigarle la afición al autor del
proyecto (…)”.
En el Hipódromo…todo era rústico,
encantador, gradas, tribunas y construcciones de madera, los altos árboles, los
Sotos Históricos junto al Tajo. Contaba incluso con un apeadero de ferrocarril
llamado de “Las Yeguas”, situado 3 Km. antes de la
estación de Aranjuez, que se comunicaba por una avenida de frondosos árboles con
el hipódromo.
Con la primavera, en Aranjuez comenzaba la temporada hípica. Todo un acontecimiento social, donde se daba cita gente del mundo rosa, hombres de negocios, la aristocracia y toda la nobleza.
Era tal la afluencia de personas (movidas por la realeza), que debían poner trenes desde Madrid y el Hotel Ritz instalaba carpas para servir almuerzos.
Pero no todo era bueno, también existían inconvenientes. Unos se quejaban del desplazamiento costoso a pesar del apeadero hecho a propósito, y otros de la polvareda que levantan sus propios automóviles.
Además, cuando en abril de 1931, Alfonso XIII parte al exilio, la afluencia de la aristocracia y la alta sociedad a las carreras de caballos disminuye, y el pueblo comienza a ver esos encuentros como una demostración de elitismo en un país lleno de problemas.
Así, mientras la Castellana desaparecía, Aranjuez asumía la temporada completa, con nada más y nada menos que veintitrés citas entre marzo y julio, incluyendo el prestigioso Gran Premio de Madrid (dotado con 42 mil pesetas).
Todo parecía ir bien, la gente acude en masa para disfrutar de los encantos del lugar. El Hipódromo dio un impulso al pueblo de Aranjuez, y le proporcionó grandes beneficios, pero la empresa empezó a tener malos resultados desde la partida del rey.
Mientras que la Zarzuela sufría retrasos, llegó la trágica noticia del fin de Legamarejo. Incapaz de afrontar las pérdidas, cerró para siempre tras una temporada deportiva gloriosa (1934).
Las cuadras, con sus mozos y jinetes, partieron hacia San Sebastián, y los obreros de Aranjuez se quedaron sin trabajo.
Pasada la Guerra Civil, se inauguró la Zarzuela en 1941 ya bajo el régimen de Franco, mientras Legamarejo se convertía en campos de cultivo.
Terminaba así la larga historia hípica del Real Sitio, muy anterior a la madrileña, con uno de los hipódromos más antiguos de España (1851), y otro posterior (1917) que según Heraldo Deportivo 5 junio 1917: “Tenía la pista mayor de España”.
La longitud total de la pista era de 1920 m y un ancho de 20 m. (salvo en las tribunas de llegada que eran 30 m.)
Recta en la parte del río y C/. Lemus 310 m, curvas de entrada y salida 650 m.
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