Hipódromo (1919)

Las crónicas dicen que en España las primeras carreras tuvieron lugar en la Alameda de Osuna en 1835. Sus propietarios, los duques de Osuna, tenían una inmensa finca y una gran yeguada. Se puede decir que el Duque de Osuna fue el padre del turf español. Diez años más tarde, se dieron (1845) en el nuevo hipódromo de la Casa de Campo. 

Doré

Sin embargo, mucho tiempo antes ya hubo competiciones en la C/. de la Reina de Aranjuez, incluso con apuestas. La relación entre los caballos, las carreras, y Aranjuez, realmente viene de muy lejos.


En la zona de Legamarejo, cuyo nombre debe al légamo o cieno depositado por los ríos Tajo y Jarama, se encontraba en 1851 uno de los primeros hipódromos de España. Era un poco más pequeño y con diferente orientación que el posterior de 1917.



La tradición considera sin embargo que el primer Hipódromo de España es el de la Castellana de Madrid. Pero hay un problema, es inaugurado en 1878, veintisiete años después de la pista de Aranjuez.

Por entonces, se puso en marcha un circuito importante en el mundo de las carreras, con las capitales de Sevilla, Granada, Barcelona, Santander, San Sebastián y Madrid.

En ese momento, Aranjuez no formaba parte de esa élite.

                                                 


Sin embargo, Alfonso XIII (gran aficionado a las carreras, como su padre), manda quitar el antiguo hipódromo de Legamarejo (1851), y construir uno nuevo, mayor, magnífico.

El Real Sitio entraba así en el grupo de los mejores. Era el séptimo en importancia y renombre de toda España.

       

El Ayuntamiento de Aranjuez, en noviembre de 1916, acordó comprar con suscripción pública un trofeo que se llamará Copa del Vecindario de Aranjuez y, además el regalo de un reloj de bolsillo, como premio para las próximas carreras de caballos.

La primera Copa del Vecindario de Aranjuez fue ganada por el caballo Le Bon Beige, de la cuadra del Duque de Toledo, nombre adoptado por Alfonso XIII para competir, pues contra el monarca, casi nadie quería hacerlo, y mucho menos derrotarlo. De modo que, la cuadra del Duque de Toledo llegó a cosechar numerosos trofeos y galardones.

Conviene recordar que la cuadra del Duque de Toledo era propiedad de S.A.R la Infanta Dña. Isabel “La Chata” (tía del rey Alfonso XIII). Era una de las más importantes del momento.


  

En 1917 (5 de junio), el Heraldo Deportivo define así este nuevo hipódromo: “(…) El nuevo Real Hipódromo de Legamarejo tiene la pista mayor de España (…) ocupando una superficie de 52.500 m2. El piso de la pista está tapizado de una tupida alfombra de “raygras” (parecido a hierba) para evitar que produzca polvo (…)


Su inauguración fue el 24 de mayo de 1917 a las cuatro de la tarde. Se disputaron cinco carreras, y el precio de la entrada general era de una peseta.



Según el diario ABC: "(…) No habrá en parte alguna del mundo otro Hipódromo mejor trazado, ni que reúna condiciones mejores para celebrar carreras. Tiene una recta de unos 800 m, siendo el recorrido total de unos 2.000.

Las curvas, anchas y espaciosas, están perfectamente trazadas, todo es perfecto, y miles de entusiastas felicitaciones ha de prodigarle la afición al autor del proyecto (…)”.

En el Hipódromo…todo era rústico, encantador, gradas, tribunas y construcciones de madera, los altos árboles, los Sotos Históricos junto al Tajo. Contaba incluso con un apeadero de ferrocarril llamado de “Las Yeguas”, situado 3 Km. antes de la estación de Aranjuez, que se comunicaba por una avenida de frondosos árboles con el hipódromo.


 

Con la primavera, en Aranjuez comenzaba la temporada hípica. Todo un acontecimiento social, donde se daba cita gente del mundo rosa, hombres de negocios, la aristocracia y toda la nobleza.

Era tal la afluencia de personas (movidas por la realeza), que debían poner trenes desde Madrid y el Hotel Ritz instalaba carpas para servir almuerzos.

Pero no todo era bueno, también existían inconvenientes.  Unos se quejaban del desplazamiento costoso a pesar del apeadero hecho a propósito, y otros de la polvareda que levantan sus propios automóviles.

Además, cuando en abril de 1931, Alfonso XIII parte al exilio, la afluencia de la aristocracia y la alta sociedad a las carreras de caballos disminuye, y el pueblo comienza a ver esos encuentros como una demostración de elitismo en un país lleno de problemas.



La construcción del Hipódromo de la Zarzuela sufre retrasos constantes, y el Gobierno de la República, en 1933, decide demoler entonces el de la Castellana, y buscar un lugar más apropiado para seguir con la actividad.

Estaba decidido, Aranjuez será la nueva sede de la Sociedad Hípica y, por ende, de las carreras de caballos de Madrid, teniendo que realizar profundas obras de acondicionamiento.

Así, mientras la Castellana desaparecía, Aranjuez asumía la temporada completa, con nada más y nada menos que veintitrés citas entre marzo y julio,
 incluyendo el prestigioso Gran Premio de Madrid (dotado con 42 mil pesetas).

 

Todo parecía ir bien, la gente acude en masa para disfrutar de los encantos del lugar. El Hipódromo dio un impulso al pueblo de Aranjuez, y le proporcionó grandes beneficios, pero la empresa empezó a tener malos resultados desde la partida del rey.

Mientras que la Zarzuela sufría retrasos, llegó la trágica noticia del fin de Legamarejo. Incapaz de afrontar las pérdidas, cerró para siempre tras una temporada deportiva gloriosa (1934).

Las cuadras, con sus mozos y jinetes, partieron hacia San Sebastián, y los obreros de Aranjuez se quedaron sin trabajo.



Derribado el de la “Castellana”, “La Zarzuela” sin terminar y cerrado el de “Legamarejo” el hipismo se quedó huérfano.

Pasada la Guerra Civil, se inauguró la Zarzuela en 1941 ya bajo el régimen de Franco, mientras Legamarejo se convertía en campos de cultivo.


Terminaba así la larga historia hípica del Real Sitio, muy anterior a la madrileña, con uno de los hipódromos más antiguos de España (1851), y otro posterior (1917) que según Heraldo Deportivo 5 junio 1917: “Tenía la pista mayor de España”.

La longitud total de la pista era de 1920 m y un ancho de 20 m. (salvo en las tribunas de llegada que eran 30 m.)

Recta en la parte del río y C/. Lemus 310 m, curvas de entrada y salida 650 m.




Para terminar, decir que curiosamente, y a pesar del tiempo transcurrido, aún puede adivinarse su silueta. Cualquiera puede pensar que se resiste a abandonar aquellos años gloriosos de competiciones y glamur…


Fuentes e Imágenes que no son propias:

Heraldo Deportivo, Hemeroteca ABC y página Web “Hipódromos y caballos”.
Fotos hipódromo Castellana: https://urbancidades.wordpress.com/2009/12/14/hipodromo-de-la-castellana-de-madrid-1878-1933/ 

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