El agua

En el “Paseo” de hoy caminamos por la Avda. Plaza de Toros y, a la altura de la misma Plaza, nos encontramos con esta edificación que nos habla del agua,
ese elemento tan importante para Aranjuez.

Todos sabemos que estamos aquí debido al agua y que, gracias a ella, Aranjuez resultó ser un lugar elegido por reyes para su descanso y recreo, allá por el siglo XV.

Podemos decir que hay 3 tipos de agua: Dulce (para beber), de riego, y para las fuentes.

El Real Sitio carecía de aguas dulces para beber, y la falta se suplía antiguamente con tinajas situadas en la Casa de Oficios, que se llenaban con agua del río Jarama, cogida en luna menguante de enero.


Como las aguas del Tajo eran turbias, con frecuencia por culpa de las lluvias, el rey Felipe V mandó buscar aguas potables que llegaran al máximo número de personas, y encontraron 4 manantiales por la zona de Ocaña (Aldehuela, Valhondo, Menalgavia y Algibejo). De manera que en 1743 llevaron el agua encontrada a Aranjuez, por medio de unas cañerías provisionales.


Como sabemos, cuando Fernando VI decide que el Real Sitio deje de ser exclusivo para la realeza, se inicia un ambicioso proyecto que permitirá el asentamiento de “gentes” que hasta entonces lo tenían prohibido.

Nace así un pueblo nuevo, que necesita ser dotado de infraestructuras, como cualquier población (calles y plazas, iglesias, jardines, lavaderos, y como no, fuentes de agua de riego y potable).

Era fundamental contar con un buen abastecimiento y el plan de “Viaje de Aguas”, diseñado por Bonavía, aprobado por Fernando VI en 1750, proponía mejorar el existente, además de instalar varias fuentes.


El agua se trajo de Ocaña por una conducción subterránea hasta el surtidero principal, que entonces se encontraba “en el centro” de la Plaza de San Antonio, aunque esta no fue la única.

En 1757, el mismo rey quiso mejorar este viaje de aguas, y mandó construir la cañería con "fábrica y caños vidriados de Madrid, con muchas arcas o descansos para su mantenimiento y limpieza".

El viaje subterráneo pasaba por parajes muy salitrosos y las tuberías terminaban llenas de insectos, hierbas, y demás, que lo llegaban a obstruir.

El agua, a pesar de ello, era clara, incolora, sin olor, pero sin embargo resultaba desagradable, pesada para la digestión, agua “gorda” que no disolvía el jabón, cocía mal las legumbres, causaba piedras y cólicos.


Más adelante Fernando VI mandó terminar el viaje de las aguas. Abovedaron los manantiales e hicieron una alcantarilla de 8 Km
de longitud con abundantes registros hasta el arca de distribución.


Este Arca de Agua es obra de J. Marquet (1762), y fue situada junto a la antigua carrera de Andalucía, un poco más arriba de la confluencia con el Paseo del Deleite, donde permaneció hasta marzo de 2002, que se llevó junto a la Plaza de Toros.


Para que el agua llegase a los habitantes, se hicieron varias fuentes: La de “Los Delfines” en la antigua Plaza de Abastos (1761), junto a lo que hoy es el C.C. Isabel de Farnesio, en la Iglesia de Alpajés, en los Cuarteles de Guardias de Corps, los de Guardias Españolas y Walonas, en el Patio de la Casa de Oficios, en el de Los Infantes, Las Cocheras de la Reina, Hospital de San Carlos, Convento de San Pascual y la Casa del Gobernador. Pero la principal se había puesto el año 1750 en la plaza de San Antonio (coronada por la estatua de Fernando VI).

De todos modos, los ciudadanos consumieron agua directamente del río y los caces hasta principios del siglo XX, sin tratamiento alguno. Debido a ello era muy común sufrir indisposiciones y malestar.


El agua para las fuentes se trajo del Mar de Ontígola (finalizado en 1752). Uno de los embalses más antiguos de Europa y de gran capacidad (de ahí su nombre).



Las fuentes de los Jardines funcionaban por “vasos comunicantes” y, puesto que la diferencia de altura entre el Mar de Ontígola y el Jardín de Aranjuez es de 46 m, los chorros de las fuentes alcanzaban una altura tremenda, tal y como se puede apreciar en estas obras de Battaglioni e Isidro González Velázquez.


Ocurría que, por diversos motivos, se formaba una cierta presión en el interior de las tuberías que se debía expulsar al exterior. Esa función era cumplida por unos “respiraderos”.

Así funcionaron hasta que en 1997 pasaron a depender del Canal de Isabel II.


El agua para riego de huertas y jardines, que convirtió Aranjuez en un lugar delicioso, se obtenía de un excepcional conjunto de presas, canales y acequias que la llevaban al lugar deseado.

Este sistema hidráulico para riego, construido en el siglo XVI (1530 por Carlos I y ampliado posteriormente), podemos decir que está plenamente activo en la actualidad (caces y caceras).


“El Embocador” es una presa, un embalse que mantiene constante el nivel de agua y de él nacen dos canales principales que la reparten (Las Aves por la izquierda y La Azuda por la derecha), además de ramificaciones más pequeñas.

El Álbum Guía de 1902 nos cuenta como el río era sangrado por 4 grandes acequias: El Caz de Colmenar con 26 Km, Caz de las Aves de 15 Km, Caz de la Azuda 10 Km y el Caz Chico.

               

El riego se completaba con dos pantanos, El Mar Grande y el Mar Chico de Ontígola, con aguas recogidas de la lluvia y en parte de los vecinos, que están obligados con la Corona a dejar correr libres para el pantano doce horas al día…


Fuentes e Imágenes que no son propias:

Museo del Prado, R.A. de Bellas Artes de San Fernando, Antoni Joli. Bourgonig, Battaglioni, I.González Velázquez, Houasse, Domingo de Aguirre.
Álbum Guía 1902, Álvarez de Quindós, "El agua del Rey: Historia y arqueología de los acuíferos de la Mesa de Ocaña y su conducción al Real Sitio de Aranjuez" (by Gipsia SL).

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