La "Mar Tonta"
Entre la Estación de ferrocarril y el
Palacio Real se encuentra un lugar que Lope de Vega en su “Noche
Toledana” llamó “Mar Tonta”.
Miles de paisanos y forasteros han frecuentado la
zona, sin saber que lo hacían sobre un “antiguo mar”. Veréis…
Resulta que:
(…) por la necesidad de regar las huertas, se construyeron en Aranjuez un
grupo de estanques situados a ambos lados de la calle Toledo, próximos
al Palacio (…).
(…) Era un conjunto formado por dos estanques de forma
rectangular alargada a un lado de la calle, junto a uno de mayores dimensiones
y perímetro irregular al otro (…).
Por sus dimensiones en planta podemos suponer que embalsaban una cantidad de agua considerable, tanto que Lope de Vega en su “Noche Toledana” los denominó “Mar Tonta”.
![]() |
1930 |
En el siglo XVII,
(época de Felipe III), la “Mar Tonta” se convirtió en la “Huerta de los
Estanques”. Más tarde se instaló allí un jardín palaciego, que
perteneció a la reina Isabel II y posteriormente al que fuera
Presidente del Gobierno, General Narváez (1850).
De aquella “Mar Tonta” hoy solo queda el recuerdo, y la depresión en el terreno que vemos en el camino de la Carretera de Toledo.
"La Noche Toledana” es una obra que Lope de Vega (1605) sitúa en un mesón de esta ciudad, y donde el principal personaje relata todo lo que vio en su viaje por El Escorial, Vaciamadrid, San Martín de la Vega, Arganda y...¡Aranjuez!
El protagonista se llama Fineo, y en su escena IX dice cosas como éstas:
FINEO:
Lo que yo he visto, os diré.
Grandes maravillas tiene
el católico Filipo,
aumentadas en España,
de su abuelo y padre invicto.
(…)Dadme un rato por oído
y veréis a Aranjuez,
puesto que es mapa su sitio.
A Vaciamadrid llegué;
Dios me libre de haber ido
a Vaciamadrid de noche;
que no le tengo por limpio.
Allí vi el rico Palacio,
con linda vista de río;
perdone la casa antigua,
ruina del tiempo antiguo;
que mejor saben las damas
su mala traza y abrigo.
Partí a Arganda y vi la quinta
del Embajador; prosigo,
y en San Martín de la Vega
duermo.
ALFEREZ:
Aténgome al del vino.
FINEO:
A la barca de Bayona
madrugo, y atento miro
los diques en medio el agua,
contra su curso excesivo.
Llego en fin á Aranjuez,
paso el palenque, y admiro
en la huerta Totipela
tantos árboles distintos:
Cermeños, melocotones,
albérchigos y membrillos,
avellanos y nogales,
peros, duraznos y guindos.
Veo la puente del Tajo;
Tajo, que el nombre latino,
a pesar del fiero moro,
conservó por tantos siglos.
Por cuya causa en su iglesia,
Toledo en aljibes fríos
le deja entrar, como á hidalgo,
de cuatro costados limpio.
Por la calle de Toledo
(Que así se llama), partimos
Aquel estanque, ó mar Tonta.
ALFÉREZ:
¿Mar Tonta?
FINEO:
Es su nombre mismo.
Muchos, tenidos por sabios,
vi en sus ondas sumergidos
y convertidos en cisnes,
los confiados por lindos,
los que pasean, los que fian,
los graves y los remisos,
los que casan pobremente,
los avarientos y ricos,
los mordaces, los que enfadan,
los cortos y los prolijos.
ALFÉREZ:
Cisnes son de la Mar Tonta
mil pretendientes anfibios.
FINEO:
"Notable es aquel palacio,
¡edificio peregrino!
galerías, salas, cuadros,
mármoles y jaspes lisos,
la capilla y corredores
y aquel retablo divino
del Ticiano y el reloj,
de tan notable artificio:
las huertas de los franceses,
donde de murta vestidos
mil músicos vi tañendo,
imagen de los de oficio,
que no tienen los que cantan
alma, gusto ni sentido.
Vi mil galeras de hierba,
toros, perros, cocodrilos,
pájaros y cazadores,
culebras y basiliscos;
La Huerta de las Moreras,
donde, con soberbios picos
vi coronados pavones
llenos de plumajes ricos.
A la no acabada puente,
fui del Tajo cristalino,
y al embocada del agua,
caracol y laberinto.
A la casa de las vacas
fui con igual regocijo
y por doce verdes calles
a la plaza vuelta dimos,
a cuya sazón pasaron
siete camellos asirios
que, en España,
aunque son de Asia,
están sirviendo a Filipo,
que es el Rey de Jerusalén
y muestra que cuarto o quinto,
librará la ciudad santa
y el gran sepulcro de Cristo.
Vide, al fin, tras destas cosas,
las bodas de los dos ríos,
porque allí son para uno
sin firma del Arzobispo.
No os encarezco las fuentes
ya en mármoles,
ya en castillos;
los tiros del agua, las burlas,
ninfas, sátiros y niños;
y aquellas calles de flores
donde se iba a hacer ejercicio
la serenísima Infanta,
primavera desde sitio,
que adonde puso los pies,
puesto que fuese el estío.
nacieron rosas de nácar,
como de Venus se dijo.
Allí está el blanco jazmín
y el oloroso junquillo
con la pálida retama,
el adonis y el narciso.
Allí el pinte azul y rojo,
la salvia, el cárdeno lirio,
el alhelí como jaspe,
los claveles y el citiso,
y el agua, que asierra piedras,
y ciertos pájaros indios
con dos borlas coloradas
sobre unas gorras de rizo;
que llaman zaidas, sin ser
descendientes de moriscos.
Pero ¿qué me meto en aves,
o sus diferencias pinto,
ni en proseguir el retrato
del segundo paraíso?
con decir que fue edificio
de aquel soberano, padre
del nieto de Carlos Quinto...
Es recomendable leer todo el relato completo. Especialmente la Escena IX.
Del Jardín de los Estanques, dijo Lupercio Leonardo de Argensola:
(...) Pudiera en cada cual un gran navío,
de aquellos que á Neptuno son más graves,
navegar sin temor de hallar baxío.
Más solamente aquí navegan aves
de aquellas que á la muerte se perciben
con cantos, apacibles y suaves (...)
Comentarios
Publicar un comentario