Elefantes
Con él también aquí se empezó a dar importancia a “la razón”, a la investigación y al conocimiento. Se hacían preguntas…
Este “Rey Ilustrado” inició unas políticas desconocidas hasta el momento, y despertó un especial interés por lo exótico.
Madrid se convirtió a finales del siglo XVIII en la capital de la curiosidad. Osos hormigueros, serpientes, cangrejos gigantes, corales, megaterios y elefantes fueron algunas de las criaturas que Carlos III coleccionó y quiso mostrar a los madrileños.
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Real Gabinete |
El rey llegó a tener en su corte un total de 4 elefantes vivos, 3 en España y uno en su etapa napolitana. Sentía por ellos una debilidad particular. Salvo el que vivió en Aranjuez, todos murieron muy pronto.
Fue un regalo del gobernador de Filipinas (Simón de Anda) al propio rey. Embarcó en la fragata Venus, y partió desde Manila, un 23 de enero.
“Antes de embarcarlo, se sometió al joven elefante a algunas salvas de cañonazos para que se acostumbrase al ruido y al olor de la pólvora, por si acaso durante la travesía se ordenaba zafarrancho de combate”.
Imaginad lo que sería un elefante que entra en pánico en aquel largo viaje, dentro de tan pequeña embarcación.
Después de 179 días (6 meses) de navegación, llegó finalmente a la Isla de León, actual San Fernando, Cádiz, el 24 de julio de 1773.
El elefante permaneció en la Isla de León recuperándose del viaje, hasta que la tarde del 16 de agosto partió en una singular expedición, al mando del afamado almirante José de Mazarredo.
Le confeccionaron un "vestido nuevo” de color grana, con galones de oro, lleno de colgantes y campanillas para presentarlo ante el Rey.
La comitiva tardó 42 días en llegar desde Cádiz a La Granja, donde a la sazón se hallaba la Corte, teniendo que atravesar las cálidas tierras de Andalucía y La Mancha en pleno verano.
El revuelo que se formó por las ciudades, pueblos y lugares por donde transitó el elefante fue enorme.
Al acercarse a las poblaciones, todos acudían para verlo y tocarlo. Debemos pensar que, hasta entonces, no se había visto nada igual.
Imaginad por un momento pasar la comitiva por pueblos como…
Ana Mazo (Paleontóloga) cuenta que: "…Tenían que avisar antes a los pueblos de que llegaban.
La concurrencia fue tan grande a la entrada de esta población, que ordenaron salir a las dos de la madrugada con muchísimo silencio.
Conforme pasaban los días, el animal se fue poniendo en forma, estaba más ágil.
En la tarde del 26 de septiembre, la comitiva llegó al Real Sitio de San Ildefonso, donde el elefante, con su vestido de gala efectuó diversas cortesías y se arrodilló ante Carlos III.
Luego fue trasladado al Real Monasterio de El Escorial y de aquí a Madrid, donde permaneció varios días para que pudieran contemplarlo sus habitantes.
La presencia del animal provocó un gran revuelo y desató la imaginación de artistas plásticos, poetas, dramaturgos, y cronistas que le dedicaron obras de teatro, coplillas, sainetes, versos, e incluso abanicos con su imagen. ¡Era todo un fenómeno!
La cuenta de gastos producidos por el viaje resultó una fortuna.
En diciembre de 1773, el rey pidió que el animal se trasladase a Aranjuez.
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1775, Casa de Vacas (Domingo de Aguirre) |
Parece ser que llegó a vivir en el mismo Palacio Real y posteriormente en la Casa de Vacas, de donde se escapó un buen día, y tuvo que ser perseguido por los criados.
El rey Carlos estaba orgulloso de su adquisición y animaba a los madrileños para que se acercasen a Aranjuez a contemplar el prodigio.
El animal solía pasear por las calles vestido con una manta, de la que colgaban unas campanillas. Se cuenta que con la trompa era capaz de recoger aquello que la gente le echaba (incluso monedas que daba a su cuidador).
Ana Victoria Mazo Pérez (paleontóloga)dice que: "…Lo cuidaban muy bien, le daban coliflores, castañas, cereales, leche... Y a veces hasta alguna cosa que no le venía tan bien, porque hay facturas que dicen que le daban ¡vino caliente con azúcar!".
Según otros como el Padre Flórez, su dieta
se basaba en “nabos gallegos”, “vino dulce” y “aguardiente”. Según
parece, su alimentación no era muy adecuada.
Por otro lado,
Pilar Lacasta cuenta que: "El rey Carlos III tenía la costumbre de
comer todos los días una lechuga, para lo cual se disponía del terreno
suficiente.

El producto sobrante era costumbre dárselo al “elefante grande”. De modo que, al morir el animal a los tres años (17/11/1777), no extraña que estuviera lleno de “gases”, pudiendo ser esto una de las causas del fatal desenlace”.

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Museo Ciencias Naturales (Madrid) |


Fuentes e Imágenes que no son propias:
Museo Ciencias Naturales, Patrimonio Nacional.
Palacio y Casa de Vacas (Domingo de Aguirre).
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