Calle de la Reina (1542)
Con el correr de los años, la Calle de la Reina ha tenido varios nombres. En tiempos de la República se llamó “Av. de Joaquín Costa” (1931-1939), pero antes fue “Calle Grande".
Posteriormente Felipe II mandó plantarla de chopos y pasó a llamarse “Chopera de Alpaxes”. Y, sin embargo, desde 1692, se la conoce como "Calle de la Reina", en honor a Mariana de Neoburgo (segunda esposa del Rey Carlos II “El hechizado”).
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Anónimo (Museo del Prado) |
Fue replanteada por Gaspar Vega (1554), modificada después por J.B. Toledo, y en 1564 se encuentra casi terminada en su forma definitiva.
Pasado el tiempo, allá por 1750, Fernando VI mandó cercar con una verja de madera el terreno existente entre la Calle de la Reina y el río Tajo. Ese proyecto, lo realizó Santiago Bonavía.
Las verjas eran de madera en color azul. Más adelante (Real Orden de 1853), se convocó un concurso para sustituirla por otra de hierro, pero ningún proyecto es elegido. Más tarde (1900), en un nuevo intento se adjudica la obra a D. Pedro Moreno Gayo, el cual hizo las rejas en su taller de la Carrera de Andalucía.
El 14 de febrero de 1901 comienza la sustitución, terminando en febrero de 1905. En esta obra se derriban los antiguos pilares y se construyen nuevos. Tenía 196 tramos de madera y pasó a 487 de hierro.
Cuenta con un total de 510 piedras de forma ovada en sus columnas (algunas recientemente robadas y recuperadas en Portugal), además de 15 entradas al Jardín (con un total de 19 puertas).
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Puerta principal, embarcadero |
Curiosamente, las
puertas de los principales accesos cuentan con un sistema de apertura que
sorprendió a los viajeros de aquel primer tren (1851) Madrid-Aranjuez.
El relato de aquel viaje
se conserva en la Biblioteca Nacional.
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Allí se cuenta que la base para el invento del ferrocarril ya existía desde mucho tiempo antes:
"(…) Naturalmente encaminamos nuestros pasos al Jardín del Príncipe, tan visitado en las jornadas (…) Al entrar por su linda portada y embargado el ánimo con el suceso del día, no pudimos menos de parar la atención en lo que no nos la paraba nunca; en la barra de hierro en forma de arco de círculo, empotrada en el suelo, y por donde corre para abrirse o cerrarse con leve impulso la verja de hierro, que al efecto descansa gran peso en una ruedecilla, de hierro también. Esa barra metida en arena; y ese mecanismo son ni más ni menos que un ferro-carril fundado en la misma teoría de los que reemplazan a los caminos comunes. ¡En qué insignificante servicio hemos tenido años y años una gran idea!...¡Qué cerca hemos pasado de una idea fecundísima sin advertirla, y aun pisándola!”.

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En toda su longitud,
goza de una riqueza en árboles centenarios
incomparable con ningún otro lugar.
Cuenta aproximadamente con 1.000 plátanos dispuestos en 4 filas, y podríamos decir que se trató del primer Hipódromo de Aranjuez.
Fuentes e Imágenes que no son propias:
Biblioteca Nacional (“Relato del primer viaje en tren Madrid a Aranjuez”).
Cándido López y Malta
(Historia descriptiva del Real Sitio de Aranjuez, 1868).
Álvarez de Quindós
(Descripción histórica del Real bosque y casa de Aranjuez, 1804).
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