Maderadas

 

Esta abertura en la presa de palacio (ladrón) tenía la función de orientar y controlar los troncos de las "maderadas", en su largo viaje.

El oficio de “la ganchería” hoy está desaparecido, pero surgió por la necesidad de construir distintas residencias y edificios reales. Era la época de Felipe II.

No hay certeza sobre el origen de la madera utilizada en la construcción de la Casa Maestral (1387-1409). Álvarez de Quindós no dice nada sobre ello.

Sin embargo, antes de comenzar las obras del nuevo Palacio (1561), sí hay constancia de que Aranjuez necesitaba maderas para construir puentes, presas y azudas.

C.C. Isabel de Farnesio

Así mismo, con el paso del tiempo, estas maderas fueron utilizadas en la fábrica del Palacio Real, el Teatro Real Carlos III, la “Casa de la Panadería”, Cocheras de la Reina Madre Isabel de Farnesio, la cárcel situada en la C/ Infantas 12, las Casas de Farinelli, Oficios y CaballerosCuarteles de Guardias Walonas y Españolas, piso del Puente Barcas, reparar la Presa del Embocador, Plaza de toros, vías del tren, etc.

Teatro Real Carlos III

Desde Felipe II en el siglo XVI y hasta el XX, millones de palos bajaron por el río Tajo desde las Sierras de Molina y Cuenca hasta Aranjuez.

Estas maderadas facilitaron el asentamiento de empresas ya en el siglo XVIII, con el consiguiente beneficio económico para la incipiente población.

La primera maderada se celebró en 1561. Se trataba de 450 vigas cuyo destino era la construcción del Palacio Real de Aranjuez. En sus inicios, los troncos se almacenaban en Sotomayor.

Los “gancheros” del Alto Tajo (siempre hombres), llegaban en gran número hasta Peralejos de las Truchas desde todas partes de España, principalmente de Cuenca, Valencia, Murcia y Jaén. Dejaban sus oficios y labores, pues el salario triplicaba el sueldo del campo (en 1915 eran 2, 5 pts. para un ganchero “raso”), además se le dotaba de un pan, dos o tres onzas de aceite, y un cuartillo de vino.

Priego

El viaje comprendía diversas tareas. La primera de ellas era el “apeo”, es decir, cortar los troncos con hacha (más tarde con sierra), y marcar los pinos vendidos a la Corona desde el siglo XVI con el cuño del Rey.


Luego venía el “descortezado" y almacenado en las “cambras”, cerca de los ríos, donde había que girarlos de vez en cuando.

Así se les dejaba un tiempo, casi un año. Aislado del suelo, perdida su resina, seco y limpio, el tronco pesaba menos y flotaba mejor.

Maderada (Guirao Guirada), 1900

En nuestro caso, los árboles se cortaban en Cuenca normalmente en febrero, y se echaban al río a finales de marzo. De este modo, se aprovechaba el aumento de caudal del Tajo y sus afluentes por el deshielo en invierno, y las abundantes lluvias.

Miles de troncos con más de 12 m de largo ocupaban hasta 30 kilómetros del río.

Llegada a Aranjuez

Habían partido del actual "Parque Natural del Alto Tajo, y afectaban a pueblos como: Priego, Cañamares, Cañizares, Beteta o Santa María de Val en Cuenca, y Peralejos de las Truchas, Taravilla, Poveda de la Sierra, Zaorejas y Peñalén en Guadalajara. El viaje terminaba en Aranjuez a finales del mes de junio.

Pza. de los Coroneles

Al llegar a Aranjuez, se efectuaba el “saque” junto al Puente de Barcas(antes de la presa de Palacio). Otro punto era la Plaza de Coroneles, junto a la vía del tren (“playa de Correcher”).

Concluido el asunto, se hacía la liquidación de los haberes en presencia del maestro de río.

El viaje, que comenzó en invierno, había terminado. Fue penoso, largo, duro y peligroso.


EL VIAJE


Primero viajaba una partida de 100 troncos aproximadamente
(avanzadilla), y pasadas unas 3 horas partían los demás.
 De modo que los primeros eran usados para hacer una represa y sujetar al resto cuando era necesario. Al amanecer del día siguiente, vuelta a empezar.

Los hombres se valían de sogas, pericia, equilibro, fuerza,
 conocimiento al dedillo de las corrientes, recovecos, y de una vara de madera normalmente avellano de 2 o 3 m, en cuyo extremo se encuentra un “bichero” o “gancho” (de ahí su nombre).

A veces, el río se volvía loco con las tormentas y aumentaba el peligro con las crecidas. La corriente era tan fuerte que los maderos hacían el recorrido en unos días, en lugar de tardar meses.

Todo lo necesario para el viaje (alimentos, bebidas, ropas, herramientas, botica, etc.) se encontraba en un enorme almacén, llamado la “Gran Tienda”.

La carne era un artículo de lujo, y las tres comidas del día se basaban en migas, patata, bacalao y el típico arroz ganchero.

La comunicación entre los gancheros era difícil, debido al ruido y la distancia. Por ello surgió un lenguaje “no verbal” de signos y señales hechos con las manos, el gancho y el sombrero.

  
  
La ropa era escasa y, por lo regular, solo contaban con una muda, que variaba según el lugar de procedencia, pero por lo general era: uniforme, sombrero negro de ala ancha, blusa oscura, faja de lana, calzoncillo largo listado y, para un buen agarre en los maderos, esparteñas amarillas.

La climatología adversa y la peligrosidad de ir subido en los troncos, provocaban numerosos accidentes. Además, algunas enfermedades como reumatismo y tercianas abundaban por el exceso de humedad del crudo invierno.

Era común hacer hogueras junto al río para secar las ropas y, de paso, aprovechaban para quitarse un tanto esa humedad, que se metía en el cuerpo en invierno y no salía hasta el verano.

Padecían un frío terrible en las serranías cubiertas de nieve, dormían en cuevas sobre retamas junto a la lumbre.

Ser ganchero en el Alto Tajo era un oficio duro y arriesgado. Los hombres debían tener una gran habilidad en el manejo del gancho, además de un gran equilibrio.

Curiosamente, muchos no sabían nadar pero, aun así, era extraño que un ganchero muriese ahogado. Llegado el caso, si caía al agua, media docena de compañeros corrían a salvarle.

El equipo humano estaba organizado casi de forma militar. Existía el encargado del río (representante del empresario), el maestro o capitán de la maderada (líder de la expedición), mayorales, cuadrilleros, guisanderos, roperos, rancheros y broceros.


Todos ellos se dividían en tres compañías o grupos: La “delantera”, (con los mejores hombres) abría el camino acometiendo verdaderas obras de ingeniería, salvando desniveles y dificultades que se iban presentando. Para lo cual disponían incluso de dinamita, por si era necesario volar alguna represa.

El “Centro” lo componía el grueso de la maderada. Aquí, el trabajo de los gancheros consistía en evitar que los troncos se trabaran o dañaran. Y por último…

La “zaga”, (especialmente escogidos) encargada de desmontar las construcciones realizadas por “la delantera”.

Los gancheros nunca eran menos de 100, y para las grandes maderadas (más de 100.000 troncos), se necesitaba un mínimo de 1.000 e incluso 3.000 hombres.

Durante el viaje, a veces se admitían niños, cuya tarea, consistía fundamentalmente en cuidar los hatos y aprender el oficio, mientras acompañaban a padres y hermanos.

1910

En cada cuadrilla de gancheros existía un “ropero”, el cual marchaba con la correspondencia y ropa sucia, volviendo con ella limpia, junto a noticias familiares.

El paso de la “maderada” por los pueblos ribereños congregaba un gran número de curiosos que, desde las orillas, asistían al pintoresco espectáculo´. La llegada a Aranjuez era todo un acontecimiento (reyes como Carlos IV, Fernando VII e Isabel II, eran atraídos por ella) y suponía un impulso económico importante.

En el año 1961, José Luis Sampedro publicó su afamada novela «El río que nos lleva»,
 donde rinde homenaje al oficio de la “ganchería” por el Alto Tajo. En ella, el Académico aseguraba que, "(...)los gancheros fueron los hombres más enteros, más íntegros, más humanamente hombres que había conocido (...)".

Los gancheros del Alto Tajo hicieron su última maderada hasta Aranjuez en junio de 1936, transportando 100.000 troncos de pino, en vísperas de la Guerra Civil, aunque su desaparición definitiva sobrevino en la década de los 60. Los culpables de ello fueron los grandes embalses en el río (Entrepeñas, Buendía, Bolarque), y el auge del transporte por carretera…

Fuentes e Imágenes que no son popias:
José Luis Lindo “Maderadas y Gancheros
Álbum Guía 1902
Secuencia film “El rio que nos lleva”, 1989.
Biblioteca y Ayto de Priego (Cuenca
Viajesporcastillalamancha.es - turismoenguadalajara.es - cultura.castillalamancha.es- repoblacionautoctona.mforos.com abc.es
Tomás Ruiz (apuntes en visita guiada)
José Luis Lindo (cronista oficial de Aranjuez y autor de 'Maderadas y gancheros), entrevista para https://www.eldiario.es
José Sanz y Díaz “Etnografías y oficios del pasado.
Organización y costumbres de los Gancheros en el Alto Tajo (Las maderas en su embarque por Peralejos de las Truchas pasando por Taravilla y Poveda del Señorío de Molina)”.

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